Consejos del abuelo psicodélico
Entrevista con Antonio Escohotado - Por Juan Rendón
Publicado en revista Loft #12, mayo 2003 http://www.revistaloft.com
Antonio Escohotado, autor de Historia General de las Drogas y uno de los hombres que más ha estudiado el tema de su ilegalidad, habla con LOFT sobre todo lo que está mal con el sistema, predice el futuro de las drogas y comparte sus aventuras en el mundo de la inspiración narcótica.
Antonio Escotado es un profesor de filosofía y metodología de las ciencias sociales en la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Madrid que escribió tres tomos sobre la historia general de las drogas. Este año acaban de compilar sus tres obras en un solo tomo de 1542 páginas. Su trabajo se ha convertido en uno de los recursos de información más usados por los interesados en la temática de las drogas. Escotado es el “abuelo psicodélico” de España, el que más sabe del tema, el que probó todo y conservó la cordura para contarnos. Un sabio para muchos, un charlatán para otros. Hasta de “peligroso” ha sido catalogado. Y si lo es, es porque sus ideas son convincentes y porque van en contra de muchas de las posturas de los policymakers de los últimos tiempos en cuanto a la regulación de las drogas. A sus 62 años, Escotado sigue usando la heroína para inspirarse y el tabaco para vivir. En vez de palabras etéreas y argumentos descabellados (como podría esperarse de un veterano heroinómano) Escotado utiliza una dicción sofisticada y un razonamiento contundente para expresar su crítica a la forma en que es percibido actualmente el problema de las drogas. Su mente es audaz, perspicaz y, sobre todo, prolífica. Ha escrito varios ensayos con matices antropológicos y filosóficos. Entre ellos Realidad y Sustancia, De physis a polis, Majestades, crímenes y víctimas, El espíritu de la comedia –que fue galardonada con el Premio Anagrama de Ensayo–, Rameras y esposas y La cuestión del cáñamo. Con LOFT compartió su fresca manera de ver el mundo.
¿Existe hoy algún problema con las drogas que no haya tenido antes la humanidad?
Quizás el de la sobreabundancia, porque por cada sustancia psicoactiva antigua hoy puede haber un millar. Esto crea, desde un punto de vista positivo, muchos más medios para controlar y dirigir tus sentimientos y tus percepciones, y por otro lado, mucha más alarma social. Es como el miedo que podía generar la aparición del libre pensamiento en el siglo XVII.
¿Por qué se da esa sobreabundancia?
Por los pacientes trabajos de síntesis química que se hicieron paralelamente a la cruzada contra las drogas. las brujas, los brujos y los hechiceros poseían los depósitos del saber ecológico antiguo, y aunque fueron aplastados por la erupción del monoteísmo con vocación universal –el brahmanismo, el cristianismo y luego el islam– su saber acumulado nunca fue destruido. Permaneció en bibliotecas y colecciones privadas. Cuando la cruzada contra los brujos empezó a ceder, a finales del siglo XVII, prácticamente todos los recursos que tenían los hechiceros herboristas pasaron a ser medicinas honorables. Las farmacias y lo que ahora conocemos como boticas, se desarrollaron enormemente a mediados del siglo XVII. Desde entonces el arsenal farmacológico de la humanidad empezó un sostenido crecimiento, que desemboca en descubrimientos como el del MDMA o éxtasis, por Alexander Shulgin, a quien conozco mucho. Shulgin es un genio al igual que su padre. Saben lo que nadie sabe de los químicos. Ellos se juntan y salen con un polvito que te lo tomas y la vida te cambia. ¡Eso es magia… Potagia!
Su libro recalca lo importante que es para la diseminación de las drogas, la relación entre religión, magia y medicina. Y cómo en las culturas chamánicas es en donde primero se empieza a distribuir la droga. Pero esa distribución se hacía con una técnica y buscando un fin, el extasías espiritual más o menos…
Sí, y con unos marcos rituales muy, muy cerrados. Incluso las personas juran no decir qué fue lo que finalmente les dieron, cómo se los dieron y qué sintieron. Ésa es la famosa reserva mística. Es evidente que ese sentido místico se ha perdido en la cultura de las drogas. Las drogas prohibidas se usan hoy con fines lúdicos.
¿Es eso parte del problema?
No. El que las drogas se tomen por razones lúdicas, recreativas o de conocimiento, digamos de introspección, es un correlato. Lo que pasa en el terreno de las drogas es algo más básico aun, que es la secularización. Lo que está en crisis es el dogmatismo y la religión ligera. Antes lo que había eran colecciones de súbditos, y las drogas se tomaban en función a sus metas. Pero ya no queremos el “más allá”, ya no queremos el cielo. Estamos conformes con esta vida. No estamos diciendo, como Santa Teresa, “tan alta vida espero que muero porque no muero”, Como queremos esta vida, tomamos drogas para poder controlarnos mejor, para ser capaces de trabajar mejor, para ser capaces de entendernos y entender a los demás, para disfrutar. Todo esto es nuevo, porque ya no hay el contexto mítico ritual que obligaba a las reservas místicas. En un mundo secularizado no esperamos tanto.
¿Cree que las drogas ilegales, tal como se usan en Occidente, cumplen una función cultural significativa?
Para la juventud son el auténtico rito de pasaje, la ceremonia de maduración, social e individual. Para la gente de 40, 50, 60 años –muchos de ellos prisioneros de los psicodélicos años 60– son una reiteración de costumbres. Pero para los jóvenes son una manera de ponerse a prueba social e individualmente. Y eso ocurre en todo el planeta. En Tailandia y en Vietnam hay fiestas rave con una periodicidad comparable a las de Londres o Montreal. Y en las capitales del Amazonas también hay raves, con DJ’s, con pastillas y con turistas de los cuatro rincones del mundo.
¿Eso le da algo de valor a la cultura o es simple decadencia?
Decadencia hay en el despotismo y el dogmatismo, porque reducen la realidad, porque nos dan un mundo abreviado como si fuese un mundo real. En el mundo de las drogas no hay decadencia. Lo que pasa es que entre los usuarios de drogas, como entre los usuarios de coches, o de juegos de azar, hay un sector que es adictivo por naturaleza. La técnica es neutra. Todo lo que el ingenio humano ha descubierto es neutro en sí mismo. Somos nosotros los que, dependiendo de la persona y la ocasión, sacamos a las cosas de su neutralidad y las hacemos buenas o malas.
¿Qué de bueno tiene el consumo de drogas no prescritas por parte de los jóvenes?
Profundizar en la regla del conocerte a ti mismo, que sigue el principio socrático, el principio de la ética. Es el rito de maduración de las sociedades occidentales avanzadas a principios del siglo XXI. En la práctica se ve si el ser tiene buen o mal gusto, si se controla o no se controla; si debajo de su aparente educación esconde un monstruo autoritario, rencoroso o deprimido, o si por el contrario, tiene –como diría Freud– un “ello” (es decir, un inconsciente) sano y capaz de disfrutar. Las drogas brindan a la condición humana más control, más capacidad de enfrentarse a los desafíos de la vida. Cuando llega la prohibición, también llega la coartada victimista que permite a las personas decir esa gran falsedad: “Ay, yo no quería pero sin darme cuenta me hice esclavo y ahora soy una pobre piltrafa humana. Me permito robar a mis conciudadanos y no cumplir mi palabra”.
¿Cree que todas las drogas deberían ser legales?
¡Hombre, claro! Es que eso es de cajón. Hay que drogar la prohibición. Legalizar las drogas me suena tan disparatado como legalizar el gusto por la pintura, el pasear o el leer. No se puede legalizar una actividad humana que es un derecho civil inmemorial. A mi juicio se ha hecho una ley para ciertas metas, igual que se hizo la ley seca en Estados Unidos. Al cabo de un tiempo, fue más contraproducente que producente.
Digamos que hemos hecho un experimento con la prohibición, y el experimento falló.
En Europa, la guerra de las drogas terminó hace por lo menos diez años. Cualquiera, prácticamente, sin ningún riesgo, siempre y cuando sea para su propio uso, puede conseguir toda la droga que le dé la gana y nunca va a tocar una comisaría ni un cuartelillo de la policía. Y hay muchos más puntos de venta de drogas ilegales que si se vendiesen, como antes, en las farmacias y en la herboristerías. En los tiempos de la Roma imperial había 900 tiendas que vendían opio, además de otras sustancias.
Pero ahora en Madrid o en Nueva York hay de 45,000 a 80,000.
¿Si de todas maneras la gente las puede conseguir, qué de negativo tiene la prohibición?
No tiene tanto de negativo. Lo que hace es crear un fenómeno mundial de desobediencia civil y por tanto de recuperación de las esencias ciudadanas. La gente se ha dado cuenta de que las leyes no están para protegernos de nosotros mismos, sino para protegernos de los demás. Por lo tanto una ley como la prohibición de las drogas, que pretende defendernos de nosotros mismos, es una usurpación y un dislate, pura corrupción del derecho. Digamos que la prohibición ha tenido el efecto positivo de generar desobediencia civil, que sirve para darnos la sensación y la certeza de que no somos súbditos, de que somos ciudadanos.
¿Y qué del argumento según el cual la droga nos hace irresponsables y peligrosos para los demás ciudadanos?
Es una profecía auto-cumplida del inquisidor farmacológico. Hasta la prohibición, que empieza en Estados Unidos a principios del siglo XX, no existía prácticamente el concepto de víctima involuntaria de las drogas. A partir de la prohibición en la que metieron a miles de médicos y farmacéuticas a la cárcel por que no querían plegarse a las órdenes del Ejecutivo, se crean unas personas que viven de esa coartada. Ahora las drogas te dan coartada para no hacer nada en lo absoluto, para ser una mierda con tu familia, con tus amigos y con los demás. Eres un farsante, eres un iluso, pero quien te ha dado los argumentos y las bases para comportarte así ha sido el que ha prohibido las drogas y les puso la consigna de engendros demoníacos.
“Todo lo que el ingenio humano ha descubierto es neutro en sí mismo. Somos nosotros los que sacamos las cosas de su neutralidad y las hacemos buenas o malas”.
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